miércoles, 16 de diciembre de 2009

La vida de Teresa.

Sólo hace un par de meses que cambio la situación de su vida, sus esperanzas, sus anhelos y ya casi, no recuerda como llego aquí. Hoy sentados el uno junto al otro, Teresa evade su mente viendo como respira tumbado a su lado, y como con la cadencia de su respiración, marca el compás de su vida.

Por estas fechas navideñas, hace ya cuatro años que enviudo, si se puede decir así. Realmente lo que ocurrió es que fue ella la que falleció al sorprender a su pareja en una infidelidad, pero por aquellos recursos de la mente, le resulto más sencillo aceptar aquella afrenta asesinando a su marido, que admitir aquello.

Amigos y familiares, preocupados por sus salud mental, ponían su empeño en arrancarla de las cuatro paredes sin suelo en las que se recluyó para conseguir acatar, con sumisión, que su vida tal y como la había conocido hasta ahora, tenia la necesidad imperiosa de cambiar.

Llegada a ese punto y tomado consciencia de su lamentable estado, decidió que era el momento de acabar con aquel suicidio que la muerte de su marido la empujaba a cometer. Se apresuro a salir de su enclaustre decidida a encontrar una nueva ilusión, una nueva vida que construir limpiando los escombros de la anterior.

Teresa comenzó a tomar contacto con la calle, con la vida, que por unos meses había dejado detenida, en standbye. Teresa, como buena observadora, se fijaba en las mujeres de su edad. Físicamente, estaba mejor que nunca, ademas de haber conseguido perder aquellos diez kilos que le sobraban, pero sentía que algo le faltaba. Casi todas las mujeres en las que detenía su mirada, iban acompañadas. Casi todas iban entablando una conversación con su acompañante, más o menos animada, más o menos profunda.

Así, Teresa, decidida a encontrar eso que le faltaba, salia a la calle cada día esperando encontrarlo a la vuelta de la esquina. Buscaba en su interior con el fin de anotar mentalmente los requisitos que debía cumplir el candidato. Busco en avenidas y calles luminosas. Busco en parques y veredas. Consulto perfiles en Internet, pero su búsqueda era frustrada una y otra vez.

Por recomendación de una buena amiga, acudía los fines de semana a un centro, en el cual, los abandonados, los rotos por dentro igual que ella, permanecían a la espera de un alma generosa que los rescatara, los salvara de una muerte segura.

Al principio solo se acercaba los sábados. De todos escogía el que más le apetecía según su estado de animo. Unas veces solo quería pasear, otras jugar y las mas frecuentes, algo que compartir. La frecuencia de sus visitas iba aumentando, hasta que un domingo lo vio. Era la primera vez que se enfrentaba a un maltratado y en sus ojos se palpaba su necesidad.

A Teresa le resulto difícil acercarse a el, pero despacio, en pocos días, consiguió incluso, que llegase a confiar en ella. Las citas, eran cada vez mas largas, mas intensas y llegó lo inevitable, tenia que llevárselo a casa. Había decidido que aquel era con quien compartiría su vida y todo aquello que deseaba.

Mientras Teresa firmaba los papeles, los ojos de Bruno no se apartaron de Teresa ni un segundo. Era un paso importante, además de definitivo.

Aquel día, fue el comienzo de una nueva etapa para los dos, Teresa Gómez y Bruno, su perro. Por fin ella había conseguido alguien capaz de admitir todo lo que ella podía dar, y recibir todo lo que le daban desinteresadamente, además de fidelidad.

0 comentarios

No hay comentarios:

Publicar un comentario